5 oct 2011

El glamour, la fama y la guerra

Ante esta crisis, leo con horror en la prensa que se vuelve a los viejos esquemas, diseñados para esclavizar la realidad a un nuevo ciclo de ruina y opulencia. El glamour quiere ser cultura en el Centro Niemeyer, la fama es espectáculo y la preparación para la guerra generador de empleos. El neoliberalismo en estado puro. Gracias a Satchi los famosos han aprendido a especular con el arte, autenticos tiburones cargados de dinero aúpan y ningunean a los artistas en función de sus negocios artísticos. Mientras los recortes van desarmando el estado de bienestar y la crisis estrangula a la mayoría de la población. Los cauces de la democracia pasan por aumentar nuestro poder como ciudadanos para que se detenga la caída en picado de ideas, valores y recursos. Otro modelo es posible, son demasiadas voces las que lo dicen, desde los más reconocidos economistas a los pasajeros de las pateras que cruzan el estrecho. El glamour no crea puestos de trabajo sostenibles, sólo la tecnología, el conocimiento científico aplicado, puede convertir las piedras en pan. El glamour es un simulacro, un espectáculo de iconos casi religiosos cuyos valores especulativos superan a sus aportaciones innovadoras, capaces de movilizar y conmover, más allá de adquirir y consumir. Tal como nos lo platean, la única posibilidad que tenemos los humildes hijos de Eva, es ser famosos, por el medio que sea, o convertirnos directamente en miembros de algún club. En rebaño podemos lograr algo, siempre y cuando aceptemos que antes que nuestras miserables propuestas, en el club hay jerarquías y privilegios, no será la validez de tus aportaciones la que determine que sea tomada en cuenta, es su paternidad. La idea de un anónimo no vale, ya lo dijo el Príncipe con mayúscula a la joven que le increpó su divergencia con la Monarquía con mayúscula. Sólos, sin fama y sin glamour, somos los desterrados. Pero hay un brillo de esperanza, al menos podremos, como desterrados, conseguir trabajo. Trabajaremos en la guerra. Y mataremos a los que se atrevan a atacarnos, y si no nos atacan nos prepararemos por si lo hacen. Nos darán el dinero de un sueldo, por no producir nada, por no innovar mas que la perversión de inventar una forma sofisticada e higiénica de destruir al otro. Ese dinero saldrá de los recortes a la investigación, a la educación y a la salud pública y dentro de unos años volveremos a vernos todos en la cola del paro.

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