23 mar 2009

La primer carta

Sigo con el alma en la llaga, o es el dedo en la llaga, más que por otra razón estética, porque lo del dedo debe doler mucho, y yo prefiero que sea el soplido del viento del páramo quien me acaricie, prefiero ese aliento a cualquier otra cosa, brisa, huracán que brota jugoso e intrépido de la inmaculada muralla, sol riente que impide comerte. Un conjuro de amores cristalinos impide cualquier transgresión. Esa es la suerte que me tocó por conocerte, mujer cuya bonanza seduce a la contemplación y cuya maternidad conmueve a una perdición redentora. A tu lado cualquiera terminaría sacrificando la mezquindad, por compartir un instante esos telares, esos mimbres de compromiso con la intensidad de tus tormentas. La salida, la entrada, todo se relaciona y abraza, ya ves estoy paciente y tranquilo, a mis 54 años perdido en este laberinto en el que habito. Una mujer en este umbral, que aún no se decide a ser puerta, o ventana, los enigmas se construyen delante de mi y las esperanzas se desdibujan mansamente como un rastro en la arena. Compartir con la dueña de la selva una causa noble, justa y buena, es un hexagrama o ¿una promesa de amor? Duele sabroso dejarse llevar por ese instinto, saberse en manos de esa fuerza estrepitosa que te atrapa y eleva hasta donde la fé en el otro supera nuestro propio egoismo de narcisos desterrados.

No hay comentarios: