9 oct 2009

Cazadores de palabras

Arañamos las palabras
como si eso fuera suficiente,
nos falta valor para salir
gritando por las calles,
despertando a los dormidos
que están sentados frente al televisor
zombis hipnotizados
por su propio engaño depredador.
Hace falta un grito
un grito que conmueva las tinieblas
de la conformidad y del cinismo
el discurso es ya palabra muerta
se necesita que el aire suene rotundo
con un disparo de luces y certezas
No podemos llamarnos poetas
sin pecar de vanidosos
es un adorno imperdonable
para un cazador de palabras,
para un humilde furtivo
atrapando sonidos salvajes
en los bosques de un dios mudo,
espiando a la literatura,
comprometido con el oficio
de acechar la fonética,
poetas amasadores de sonidos
libertadores de conceptos
que nadie pronunciará
vivimos para darle
sentido a las palabras muertas
a las que nadie pensó, ni dijo
cosiendo unas a otras
en un remiendo de siglos.
No hay que proclamarse poeta
hay que ser un hombre libre
y luego escribir poesía
libre de nuestra importancia personal
libre de nuestros arrebatos de sapiencia
libre de nuestra explicación del mundo
que no hay poesía más furcia
que la se erige como verdadera.
El último poeta
se ha muerto de éxito.

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