13 abr 2009

Vigésimo cuarta carta

Hoy mi deseo no es un torrente,
ni siento ímpetu desbocado,
ni mis labios buscan tu boca,
ni arde mi cuerpo por manifestarse
en las calles de tu cama,
ni las hormonas están en pie de guerra.
No hay llamas en el horizonte.
Lo que añoro es el abrazo de tu ser,
tu compañía.
Me gustaría invitarte
a hacer ganchillo en el Kilimanjaro,
y aunque haga mucho frío en su cima.
A tu lado será menos
que la gélida melancolía
que ahora me recorre las venas.
Me haces falta hoy
de una manera que me asusta,
porque no es el conocido
y casi familiar deseo de hombre,
es un deseo del alma
que siente sola.
Soporto mal tu ausencia
y busco la presencia
de tu mirada,
detrás de cada nube,
y el cielo me parece
incapaz de llamarte,
y de traerte a mi lado
y pierdo la fe en todo,
porque quiero escucharte,
saber de tí,
susurrarte al oído
y decirte que te amo
y acariciar tu pelo
y estrechar tu talle
y reírme contigo
y sentirte en mi pecho
y saber que te tengo
sólo prendida en mi memoria
Hoy te busco en cada esquina
y mi alma clama por tu compañía,
su deseo es más fuerte
y cierto que mi herida,
por eso pasear a tu lado es maravilloso,
si aunque haya dicho antes
que amarte con mi cuerpo
era más importante,
porque estar enamorado
de una mujer como tú,
tiene estas contradicciones.


Besos almados

No hay comentarios: